viernes, 9 de noviembre de 2012
La resolución de las imágenes
Lo anterior no significa que, al menos por ahora, las interfases de comunicación deban ser sólo íconos, imágenes y gráficas. Lo que si significa es que no basarse sólo en la expresividad de las palabras y que hay complicaciones muy grandes para adaptarse a los distintos patrones de trabajo de nuestros usuarios y las distintas características de los dispositivos. En medio de toda la etapa de transición que vivimos, hay parámetros técnicos que es conveniente manejar.
Uno de los problemas que se presenta al planificar una interacción basada en elementos visuales, no textuales, es que debido a que las imágenes tienen que viajar a través de la red, ocupando por algunos instantes el canal físico de comunicación, el tamaño de las mismas puede afectar la calidad de la interacción. Contrariamente a lo que el sentido común no formado dice, el tamaño de una imagen puede o no guardar relación con el tamaño físico de ésta y su calidad estética. Antes bien, el tamaño, medido en el espacio de memoria que se requiere para almacenarla o para comunicarla, es una función de múltiples factores.
La resolución, el algoritmo de compresión usado, la cantidad de colores y la complejidad misma de una imagen pueden incidir en su tamaño.
La resolución es la cantidad de pixeles o puntos del dispositivo de presentación que se requieren para mostrar una fracción de la superficie de la imagen. Mientras más densa es la resolución, más puntos se dibujan por unidad de superficie y por tanto más pesada es la imagen. El problema cotidiano de gestión de imágenes se dificulta porque no hay una resolución óptima de trabajo. Las pantallas funcionan con baja resolución y el papel con alta. Si para mostrar en pantalla usamos la misma imagen que para imprimir, enviamos por el canal mucho más de lo que se necesita, lo cual puede implicar tiempo (de espera para cargar las imágenes) y/o dinero, si por ejemplo, se está conectado a través de uno de esos enlaces que se pagan por Megabytes. Si para imprimir usamos imágenes de baja resolución, estas podrían verse bien en pantalla, pero mal impresas.
También la aplicación importa. Las buenas prácticas de comunicación a través de correos electrónicos exigen que no se envíen imágenes muy grandes y pesadas porque cargan innecesariamente ese canal. En una página Web pueden usarse imágenes de mayor calidad, pero tampoco mucha resolución, porque después de un cierto punto ni las pantallas ni el ojo humano manejan las diferencias. Finalmente, en documentos para impresión se requiere que las imágenes tengan mayor calidad (y resolución) en los casos (que no son todos) en que la naturaleza del medio permite diferenciarlas.
Todo esto puede obligar a tener almacenadas o ser capaces de generar instantáneamente varias versiones de la misma imagen. Otro factor que es bueno conocer es que no es fácil devolverse. A partir de una imagen de baja resolución no podemos recrear la imagen de alta resolución original, por esta razón, muchas veces los sistemas almacenan imágenes con alta resolución que, cada vez que se requieren, convierten a la resolución adecuada al canal, el dispositivo y la aplicación con la que se trabaja.
Finalmente hay que señalar que no siempre una imagen de más resolución tiene más calidad. Hay teléfonos que toman fotos de alta resolución, pero baja calidad. Tampoco es cierto que se mejore necesariamente la estética, ya que ésta corre por una pista que si bien no es completamente paralela, si tiene gran independencia. Así pues, como vemos, hay detalles que el Arquitecto de Información debe manejar sobre las imágenes...
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