Recordemos que hace unos meses explicamos como la Arquitectura de Información era el resultado de un trabajo necesario que se hacía a través de cinco dimensiones: Estructura, Funcionalidad, Navegación, Comunidades (y seguridad) e Imagen (y Estética). Nos detuvimos algunas semanas en cada una de ellas. Pues bien, a partir de hoy queremos entrar en la conversación de la Imagen y Estética y describir, comprender y aquilatar esta quinta dimensión de la Arquitectura de Información.
Recordemos rápidamente por qué hemos usamos el concepto de dimensión y no simplemente de hablamos de variables: Queremos reflejar al mismo tiempo la complejidad, la infinitud y la autonomía con las que se trabaja en cada uno de estos espacios conceptuales.
En efecto, en cada una de estas dimensiones hacemos análisis especializados y tomamos en cuenta múltiples variables, consideraciones y definiciones estrechamente relacionadas, a sabiendas de que podemos intervenir en los aspectos vinculados ese espacio conceptual dentro del resultado final, sin tener que involucrarnos con los elementos más directamente enraizados en las otras dimensiones. Por ejemplo, podemos cambiar la estética sin afectar la seguridad, la seguridad sin cambiar la estructura, o la navegación sin afectar la funcionalidad o la estructura informacional. Por eso es que hablamos de dimensiones y definimos el trabajo transdisciplinario que se hace en Arquitectura de Información como un espacio de cinco dimensiones.
Cuando los sistemas de información eran soluciones con las que el usuario interactuaba a través de terminales de caracteres conectados a un computador central en una cierta localidad, poco sentido tenía hablar de Imagen y Estética. Simplemente las limitaciones del medio privaban y la conversación se centraba en la funcionalidad, por cierto, relativamente escasa en comparación con lo que se hace y se espera que haga en una solución automatizada de hoy en día.
Pero ese tiempo pasó hace décadas. Los terminales se hicieron gráficos, vinieron los computadores personales, estos se conectaron en redes, las redes se interconectaron a su vez, se estandarizaron a través de Internet y vino la Web, ofreciendo una manera de trabajar hipertextual con la capacidad de establecer enlaces de cualquier tipo de contenido con cualquier tipo de contenido, haciendo toda la información ubicua y presentando siempre todo a través de pantallas gráficas. Hasta los contenidos textuales terminaron siendo gráficos, con fonts y características comunicacionales en los que se colaban inevitablemente consideraciones estéticas.
A partir de la Web el mundo y las soluciones de información fueron otra cosa. La funcionalidad dejo dejó ser suficiente. Así como hoy día no basta que una casa sea funcional para que nos sintamos cómodos en ella y esperamos y necesitamos consideraciones estéticas e incluso artísticas al punto que nos resulta impensable el diseño arquitectónico sin ellas, así en cualquier de solución informatizada contemporánea esperamos y necesitamos (y con toda razón) aspectos que tiene que ver con la estética de la solución, con su apariencia, con sus colores, con su armonía, con su tamaño, con la diagramación de cada una de las pantallas de la salidas, con los íconos que se emplean.
Todo esto con la ventaja de poderlos trabajar con especialistas que manejan las variables de esta dimensión sin interferir en el trabajo de lo que se define, hace o construye en las otras dimensiones. Pero no se trata sólo de que la solución sea bonita. Hay detalles y complejidades. Hay que entrar en ellos para entender, de modo que sobre el tema volveremos.
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