Edificio sede de la OCLC en Ohio, Estados Unidos Foto tomada de flickr |
En nuestro “post” anterior conversamos acerca de cómo la transición hacia una sociedad que produce ingentes cantidades de información a velocidades vertiginosas, con una creciente proliferación de formatos y de mezclas, con medios distintos de almacenamiento y presentación de la información, creó un problema que no existía en el mundo antes de la popularización de Internet. Se hizo necesario desarrollar un esquema de metadatos con una aproximación diferente, donde se desistió de la pretensión de la exhaustividad y se dirigió el esfuerzo hacia la resolución de los problemas ligados a la capacidad de respuesta y a la interoperabilidad de las soluciones. Eso nos llevó a esquemas de metadatos diferentes, menos basados en MARC, como Dublin Core y a otros, aún basados en MARC, como MODS. Dubin Core se ha convertido en un estándar ampliamente usado en múltiples contextos y por tanto es obligatorio, para todo profesional que gestiona información, conocer sus esencias y las claves de su éxito.
Nacimiento y evolución
Dublin core se origina a mediados del 95, en un taller de trabajo convocado por la OCLC (Online Computer Library Center) en la ciudad de Dublin (en Ohio, USA, no en la capital de la República de Irlanda). El nombre de “core” o núcleo tiene su origen en la pretensión de lograr sintetizar un grupo de metadatos básico, elemental, que respondiese a las preguntas esenciales que podríamos hacernos en términos genéricos sobre un objeto de información.
La sencillez como virtud
Dublin core se convirtió en poco tiempo en el conjunto de metadatos más comúnmente aceptado en el mundo por bibliotecólogos, archivólogos, curadores y computistas. En gran parte por ser muy lógico en su concepción y muy simple y flexible en su aplicación. También porque desde el principio se usó el consenso entre personas de disciplinas diferentes como mecanismo para la toma de decisiones. Sin duda, el énfasis en la sencillez tiene que ver con el éxito de Dublin Core.
Esto es interesante porque muchas veces pensamos que mientras más mejor, pero ocurre que muchos proyectos exitosos de la Internet lo son precisamente no porque aportaron más sino menos, no llegaron de primero sino mejor, no hicieron un trabajo más completo sino más simple, no agregaron más detalles sino que simplificaron lo que había. Cómo ejemplo, podemos mencionar que la propia Web está basada en el lenguaje HTML, cuya primera virtud fue que hizo fácil compartir, a diferencia de las propuestas anteriores a este lenguaje que hacían énfasis en las capacidades más que en la sencillez. El XML, como lo hablamos en días pasados, no es lo mejor o lo más eficiente como lenguaje para transportar metadatos, pero es simple para entenderlo y usarlo y por eso exitoso. Y así podríamos citar muchos otros ejemplos donde lo bueno es lo sencillo.
La misión simple de Dublin Core
Desde los primeros talleres de trabajo de la iniciativa Dublin Core se insistió en que debía existir y definirse un conjunto de metadatos de núcleo, que deberían considerarse esenciales, que deberían ser pocos pero suficientes para describir en forma genérica y simple cualquier recurso o objeto de información existente, almacenado o descargado desde la Internet. La misión de la iniciativa se enunció también en forma sencilla: proporcionar estándares simples que faciliten encontrar, compartir y gerenciar información.
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